Ora pro nobis, James Baldwin

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Con que no eres racista, ¿eh? No me digas

Un día descubres fascinad@ tal o cual escritor. O escritora. Y te preguntas por qué no l@ habías leído antes. No porque fuera mujer, claro. Tú no eres machista ni sexista. No porque fuera negro, o negra, porque desde luego que no eres racista. Ni porque fuera gay, porque tu apoyas a muerte los derechos de la comunidad LGTB.

 

Pero el caso es que no habías leído nada suyo. Al contrario que otros autores más blancos, más masculinos, más heterosexuales y más mediocres, de los que igual has leído todos sus libros, incluido ése que de tan malo da vergüencilla ajena.

Hm.

Hay escritores que encuentras en la biblioteca de tus padres, si tienes la suerte de unos padres lectores. Hay escritores que descubres viendo películas basadas en sus obras. Hay escritores que encuentras en artículos de periódico, viejos, sabios, llenos de arrugas causadas por vidas apuradas hasta el último trago, divertidos, arrogantes, seductores, odiosos, fascinantes, escritores que acabas leyendo porque no puedes no leerlos. Cada cual que nombre a sus escritores.

Hay escritores de los que solo has oído hablar. Vagamente. Cuyos libros no son tan fáciles de encontrar en bibliotecas o librerías. Que han sido poco traducidos o no lo han sido en absoluto. De los que no hacen películas, que no salen en los periódicos que tus padres leían, que sabes que existen, pero en el fondo es como si no, porque no los has leído.

De James Baldwin no he leído nada. Esto cambiará en el futuro, pero la realidad presente es así de dura. He oído hablar mucho de él, he leído artículos sobre él, he leído su entrada en la puñetera wikipedia, bendita sea, y ya. No presumo de mi ignorancia; simplemente la constato.

 

Por suerte, también he visto hace unos días el documental I Am Not your Negro, dirigido por Raoul Peck, y que utiliza «Remember This House», un ensayo inacabado del autor sobre las vidas y muertes de los activistas negros Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King como punto de partida.

James_Baldwin_4_Allan_WarrenEl documental utiliza el texto como narración, leída por Samuel L. Jackson, que, sin tratar de imitar el habla del escritor, crea con su voz el personaje de un Baldwin hablándonos en primera persona, o más bien, reflexionando en voz alta frente a nosotros, mientras por su parte el director construye un contrapunto visual de imágenes de archivo del «siglo americano», imágenes de lujo, comfort y placer, mezcladas con imágenes de violencia, de opresión y de resistencia. Hombres y mujeres blancos sonriendo a cámara, bailando, comiendo, disfrutando de una vida regalada, frente a hombres y mujeres negros trabajando, protestando, siendo agredidos por la policía, por el ejército, por masas de blancos racistas. Y punteando estos bloques, apariciones públicas del propio Baldwin, hablando con elocuencia, sentido del humor y de la puesta en escena, rebatiendo argumentos racistas, denunciando la falsa piedad de los políticos blancos que parecen esperar el agradecimiento de los negros por los derechos conquistados. Como si no fueran eso, derechos, civiles, humanos, sino más bien regalos del gran padre blanco.

 

Si no eres el vaquero, lo más probable es que seas el indio

Muchas de las imágenes proceden de la cultura popular, de las películas de Hollywood donde los negros son ridiculizados o relegados al rango de figuras marginales, criados, criadas, porteros, mayordomos, extras en una película interminable protagonizada por blanc@s. Baldwin habla del trauma de crecer viendo películas en las que los blancos buenos masacran a los indios malos, a los morenos malos, a los no-blancos en suma, y cómo él se identificaba con los blancos buenos, hasta que creció lo bastante para darse cuenta de que él no era blanco; que nadie como él salía en esas películas de vaqueros e indios, y que si hubiera salido, habría sido el indio, condenado a recibir las balas de John Wayne o James Stewart, a caer del caballo y quedar tirado en el polvo de Monument Valley, anónimo, olvidado en cuanto la escena del tiroteo a la diligencia acaba, sin nadie que haga duelo por él.

A medida que avanza el documental un@ comprende que se trata justo de eso, de una oración funeraria por Evers, X y King, por todos los muertos en la lucha por los derechos de las personas negras. Una oración recitada en un tono bajo, algo monótono, pero tan elocuente como las recreadas por Tucídides y Shakespeare en sus obras. Menos rimbobante quizá; menos melodramática, pero igual de bella y conmovedora. Es la clase de lectura que se hace en una ceremonia religiosa, pero Baldwin cuyo padrastro fue pastor y que él mismo tuvo una breve fase de predicador evangelista, trasciende el formato religioso y da un paso más allá.

 Como afirma al comienzo de la narración, Baldwin quiere utilizar esta memoria sobre Evers, Malcolm X y Luther King, todos amigos suyos mientras vivieron, para contar, o más bien recontar la historia de los Estados Unidos desde el punto de vista de alguien que hasta hace bien poco no contaba para los historiadores, más que como víctima. Un hombre negro, de origen humilde, doblemente marginado por su orientación sexual, que utiliza su inteligencia como una luz que arroja hacia las esquinas más oscuras de la sociedad americana, y la descubre enferma de miedo y asco por lo que fueron capaces de hacer sus antepasados, y por lo que siguen haciendo aún hoy en día.

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Retrato del artista negro a la sombra de hombres blancos muertos.

Peck evita el orden cronológico y enlaza imágenes en blanco y negro de los años cincuenta y sesenta con vídeos contemporáneos de abusos policiales y protestas contra éstos. Muestra imágenes de la toma de posesión de Barack Obama como Presidente de los Estados Unidos mientras Baldwin glosa las palabras de Robert Kennedy sobre su convicción de que en un futuro cercano la minoría negra sería lo bastante madura para que pudiera elegirse a un Presidente negro.

 

La edad de la inocencia

No, no se trata de una brillante profecía del mediano de los Kennedy, sino de una prueba del racismo implantado en la mente de los blancos estadounidenses, que por blancos creen en algún tipo de primogenitura biológica que se impone a cualquier otra distinción étnica o social, como el hecho de que buena parte de la población negra lleva en los Estados Unidos al menos desde el siglo XVIII, trabajando los campos y construyendo las casas, como construyeron la Casa Blanca, sin ir más lejos, mientras que los primeros inmigrantes irlandeses, como los Kennedy, aún tardaron un siglo o más en llegar a suelo estadounidense.

Aún así, un irlandés está listo para ser presidente en 1960; un negro tendrá que esperar cincuenta años más. Para estar maduro, se supone.

¿Qué clase de sociedad produce este tipo de pensamiento? Baldwin examina las pruebas, interroga a los testigos, y concluye que se trata precisamente de una que se niega a madurar. Que ha hecho de la falsa inocencia de un Gary Cooper o una Doris Day un ideal admirable, deseable, porque les exime de todos los pecados y crímenes que cometieron en el pasado y así les permite vivir con una imagen de sí mismos en el espejo que no les repugne ni horrorice. Aunque sea falsa.

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DORIS DAY retozando en un pajar, circa 1957

Quizá alguien encuentre un tanto injusto meter en la ecuación a la sin par Doris Day y sus baladas románticas, pero Baldwin, y el documental al que ha dado alma y estructura, insisten en que no se tratan de dos cosas diferentes, los asesinatos racistas y Doris Day, sino una sola, inseparable. En un país donde niños cuelgan ahorcados de los árboles por tener la piel negra, hacer una película donde el conflicto central es que Doris Day debe proteger su virginidad de las artimañas del muy gay Rock Hudson es una decisión política. No hay nada inocente en ello, a menos que coloques el entretenimiento familiar al mismo nivel que las vidas de los seres humanos. 

 

Y así, parece concluir el documental, los negros estadounidenses siguen viviendo sus vidas sorteando como pueden el racismo institucional de su país que hace de ellos un incómodo recordatorio del origen sangriento de la fortuna del país más rico de la tierra, mientras los blancos siguen con… lo que sea que los blancos de Estados Unidos crean que están haciendo en esa eterna juventud que recuerda más a ¿Qué fue de Baby Jane? que a Peter Pan, adolescencia interminable en la que John Wayne sigue resolviendo los problemas matando indios y los Beach Boys siguen cantando al verano y la playa y las chicas, y el Presidente blanco que viene a suceder al primer Presidente negro  es un extra de la peli Solo en casa 2.

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«Pórtate bien, indio. No seas inmaduro». John Wayne y el muy poco indio Michael Pate en Mclintock!, así con exclamación al final.

 

NOTAS:

Todas las fotos de james Baldwin corresponden a una sesión realizada en Londres en 1969 por el fotógrafo de sociedad Allan Warren, quien ha subido muchos de sus retratos a Wikipedia en régimen de Creative Commons con atribución, lo que es muy de agradecer.

La foto de Doris Day es una imagen publicitaria de 1957, que ha caído en el dominio público por no renovarse el copyright. El fotógrafo es desconocido. La he tomado de Wikimedia.

La imagen de John Wayne y Michael Pate también la he tomado de Wikimedia. Corresponde a una captura de pantalla de la película McLintock!, dirigida por Andrew V. McLaglen en 1963. La película, producida por el propio Wayne, cayó en el dominio público al no ser renovado su copyright. Michael Pate era un actor australiano de origen anglosajón cuyos rasgos marcados y piel morena le hacían ideal para interpretar a nativos americanos… según los criterios racistas de Hollywood, claro. Algún día volveremos a este tema en el blog. En esta peli, que según la Wiki es una versión sui generis de La doma de la bravía de Shakespeare, Pate interpretaba a un indio llamado Puma. Because why not.

Lector@s del blog euskaldunes: hay al menos un libro traducido al euskera de James Baldwin: Go Tell it On the Mountain fue traducida por Juan Mari Mendizabal como Zoaz mendira aldarrikatzera. Dadle una oportunidad.

 

 

 

 

 

 

5 comentarios sobre “Ora pro nobis, James Baldwin

  1. Acabo de ver el documental por recomendación de mi hijo.
    Me pasó lo mismo que a ti con lo del autor… Es más, me gustaba el tono de la narración y pensé que igual tenía que leerme algún libro (pero en principio me interesaban más sus ensayos que las novelas; no sé…)
    La parte de Kennedy de «…en 40 o 50 años» es tela marinera. Sí. Al final se cumplió. Pero lo que plantea Baldwin es totalmente cierto. En fin… De todas formas, no tienen la culpa ni Doris Day ni los Beach Boys. Como que el público iba a estar interesado en esos problemas.
    Por esa regla de tres, cuando dentro de 100 años nos señalen con el dedo acusatorio de cómo no resolvíamos el problema de los inmigrantes devorados por el mar, la gente sin hogar ni alimentos, la desigualdad planetaria, etc… Alguien podrá decir «con tal ficción o partido deportivo» les valía. No es así.

    Un saludito.

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    1. Hola David, gracias por leer, imaginaba que objetarías ese punto… Bien, en efecto no es tanto Doris Day, como la industria cultural que produce las comedias románticas de Doris Day y silencia por principio cualquier alusión a los profundos problemas raciales del país la que se vuelve cómplice y parte importante del problema.

      Yo me lo explico a mí mismo de esta manera: tienes un bloque de pisos en el que en el cuarto una familia ha sido asesinada a tiros, hay un bebé llorando en la cuna y el apartamento está en llamas, mientras que en el primero hay una pareja que se está divorciando porque él ronca y no le deja dormir a ella, en el segundo hay un niño que hace novillos, y en el quinto hay una chica que las noches de verano se sienta en sujetador en el balcón. Y en el tercero hay un prestigioso escritor de cuentos que se inspira en sus vecinos para sus historias.

      Y en su nueva antología de 9 cuentos los nueve tratan de todos los vecinos menos los del cuarto, y solo hay una alusión de un par de líneas sobre el drama de ellos en uno de los cuentos, el más corto y el más flojo de todos. Y en la contracubierta el editor glosa la antología diciendo que ofrece una visión muy veraz e incisiva de la vida en ese edificio concreto.

      Y mientras el escritor revisa sus galeradas el bebé muere y el edificio arde y todos se quedan sin casa, menos quizá el escritor, que tenía un seguro y puede permitirse mudarse a un edificio nuevo.

      No se trata de que el escritor tuviera que dedicar los nueve cuentos a la desdichada familia del cuarto. No. Pero al menos uno habría sido de agradecer. O dos.

      Y hago mío un argumento que encuentro a menudo en redes sociales: se puede criticar una obra cultural o artística, incluso duramente, y seguir gustándole a uno esas mismas obras. No estoy diciendo que haya que quemar las pelis de Doris Day y Rock Hudson, pero sí ser consciente del instrumento de manipulación social y falseamiento de la realidad, incluso de la realidad de las mismas personas implicadas, que eran esas películas.

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  2. Menudo debate planteas.
    No creo que hubiera tanto un instrumento de manipulación social como un «qué es rentable; esto funciona, sigamos exprimiendo la máquina de churros»… ¿Qué esas pelis falseaban la realidad? Bueno… Como las de TODO HOLLYWOOD,,, porque eran películas-ficcción, no documentales. Que también falsearían la realidad. Pero la cosa es más sencilla. Frank Sinatra hacía pelis musicales y comedias y al mismo tiempo estaba por la integración y en contra de la segregación (como Heston, que aparece en el documental, si no recuerdo mal). A pesar de que siempre se haya querido mostrar que Hollywood era como más abierto y progresista… eso era más o menos cierto si lo comparabas con depende qué. La realidad es que eso era-es-será una industria, y las industrias no están interesadas en plantearse cómo es la sociedad, reflejar una realidad para criticarla-mejorarla-loquesea- sino en sacar beneficios, simple y llanamente. Que además de vez en cuando pudiera colarse el arte o salieran películas que sí denunciaban algo…
    Pero esto es muy largo para debatir en un cajetín de estos…

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    1. Muy bien. No estoy de acuerdo con eso de que simplemente atendían «a lo que da dinero». De hecho, Hollywood lleva décadas perdiendo dinero porque esconden detrás de una lógica empresarial un racismo y sexismo institucional. Una y otra vez insistían en que las películas protagonizadas por mujeres o por actores negros no daban dinero, y que lo que había que hacer era películas protagonizadas por hombres blancos de menos de 30, porque ése era el target que más dinero daba.
      Sin embargo cada x tiempo aparecían películas que no encajaban en esos parámetros y hacían mucho dinero. En esos casos los que toman las decisiones en Hollywood ignoraban los datos porque los consideraban una excepción y no representativos. En cambio si la película no funcionaba, era la confirmación de que sus estudios de mercado tenían razón. Históricamente Hollywood ha preferido perder dinero antes que cambiar sus estereotipos raciales y de género. Siempre es la sociedad que se mueve y amenaza con dejarlos atrás la que les obliga a reaccionar y cambiar uno, a lo el Gatopardo.

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  3. Mueren demasiadas personas en este mundo.
    Pero lo de la chica del quinto sí parece interesante. Y es que yo ya me quedo con Miss Torso en esa historia de La ventana indiscreta.

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