¿Vivirá, doctor?

Matter of Life 1En 1960 se estrenó una película morbosa y sensacionalista dirigida por un prestigioso cineasta británico sobre un joven solitario al que gustaba ver a chicas desnudas y luego las asesinaba apuñalándolas. La película no se parecía a nada de lo que se estaba rodando en aquellos años, pero su influencia en el cine de terror y suspense se sigue notando hasta hoy día.

Oh, perdón, ¿he dicho una película? Quería decir 2. Dos películas. Una, titulada Psycho (Psicosis), supuso un gran éxito comercial y de crítica para Alfred Hitchcock. La otra, titulada Peeping Tom (El fotógrafo del pánico), se cargó la carrera de Michael Powell.

Hoy en día la filmografía de Michael Powell y su socio Emeric Pressburger ha sido reivindicada y sus películas redescubiertas por nuevas generaciones de cinéfil@s que quieren comprobar que existía vida en el cine británico más allá de David Lean y las comedias de la Ealing. Se le dedican retrospectivas y se reeditan restaurados sus títulos más famosos, como The Red Shoes, The Life and Death of Colonel Blimp, I Know Where I’m Going y Black Narcissus.

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MICHAEL POWELL. Esta foto es una birria, pero no he encontrado ninguna otra suya libre de derechos en internet. Ya veis lo duro que es ser legal.

Aún así, fuera del Reino Unido Powell sigue sin ser un nombre reconocible para el público general, y no es tan sencillo ver algunas de sus películas, si como yo sigues comprando dvds legales. (¿Streaming? ¿Netflix?  ¿Eso qué es, porno?)¹
Por eso en una excursión a Escocia el verano pasado aproveché para hacerme con un título que llevaba años queriendo ver: A Matter of Life and Death (1946).

Este muerto está muy vivo

A Matter of Life and Death se podría traducir como ‘una cuestión de vida o muerte’. (Leo en la Wiki que en España se tradujo como «A vida o muerte». Es una película romántica con elementos fantásticos que cuenta la historia de un piloto de bombardero británico que, en los últimos días de la guerra mundial, se ve obligado a saltar desde su avión cuando éste es alcanzado por la artillería antiaérea. Problema: no tiene paracaídas.

Mientras se prepara para el salto, el piloto habla con una joven radiofonista en un puesto de control en Inglaterra, y aprovecha ese hilo de comunicación con una desconocida para despedirse de la vida. La muchacha se queda impresionada por la sangre fría que exhibe el piloto, y la conversación acaba volviéndose más personal y emotiva. En la jerga de las comedias románticas estadounidenses, ambos «comparten un momento». Y luego él salta.

En este momento la historia también salta, al más allá, que Powell/Pressburger representan como una gran operación burocrática de recepción a los recién llegados llevada a cabo por funcionarios amables de look vagamente futurista -el futuro de los años 40, nos entendemos-. ¿y quiénes son los recién llegados? Pues mayoritariamente hombres de uniforme; jóvenes, de todas las razas y nacionalidades… salvo alemanes y japoneses. El lugar nunca es declarado como el cielo o el infierno. No hay indicación de que uno deba portarse bien para ir allí. Pero al menos entre aquellos personajes que la narración individualiza solo hay ciudadanos de los países aliados.

El Mago de Oz (1939), con su diferenciación entre el país de fantasía y la Kansas ‘real’ a través del color y el blanco y negro es el modelo de A Matter of Life and Death, que procede a subvertir la lógica original al hacer que el «Más Allá» aparezca en blanco y negro y en cambio la tierra donde vivimos l@s míser@s mortales luzca en un maravilloso technicolor.

Entre los recién llegados al monocromático más allá está uno de los compañeros de tripulación del protagonista, al que abandonó ya fiambre en el avión en llamas al saltar. El aviador espera a su comandante con la esperanza de traspasar juntos el umbral a… lo que sea que haya después de la vida. El simpático muerto espera y espera a su amigo. Sin embargo, el piloto protagonista no llega.

El más allá estaba muy presente en las mentes de los cineastas² y en general de la gente de mediados de los 40. A fin de cuentas, acababa de terminar la mayor carnicería de la historia de la humanidad. La muerte no era algo abstracto al final de una enfermedad o de una vida más o menos larga, sino algo que millones de personas sentían que podía llegarles en cualquier momento, en cualquier lugar. No importaba que fueras civil o soldado, hombre o mujer, niña o anciano. La muerte llegaba, y en cantidades industriales. La tradicional alegoría de un tipo con una guadaña se quedaba pequeña y ridícula frente a la imagen muy real de un bulldozer empujando montañas de cadáveres en un campo de concentración.

Vuelva usted mañana

Y la otra característica de una guerra mundial es la burocratización de todos los aspectos de la vida. El Sistema decidía cuándo y cuánto y qué comías; cuándo dormías y cuándo ibas a trabajar; qué trabajo se correspondía mejor con tus aptitudes y cuánto merecías ganar por tu esfuerzo. El Sistema, por supuesto, decidía cuándo morías, o al menos tus probabilidades de hacerlo, al reclutarte, al asignarte a un arma determinada, al enviarte a un escenario de guerra a tiempo para la ofensiva de primavera, o al retirarte de primera línea para disfrutar de un permiso. El Sistema, encarnado en un ministerio, un departamento o un cuartel general, era rígido, irracional y, eso todos lo sabían con mayor o menor certeza, injusto.

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Escalera al cielo: «Una mujer de pie junto a una pila de neumáticos para aviones militares.» (c. diciembre 1941)

Buena parte del genio de Powell y Pressburger al construir su fábula romántica es atribuir a ese más allá encargado de gestionar la llegada de los fallecidos los atributos de la maquinaria burocrática que regía las vidas de los países en guerra, y hacerlo vulnerable al Error. El héroe no muere cuando le toca, pero no por su coraje, o su virtud, ni siquiera por el hecho de haberse enamorado de esa voz femenina que le acompañó en sus (supuestos) últimos minutos sobre la tierra. No, el héroe no muere simplemente porque alguien ha metido la pata. No estaba donde debía estar, y no recogió al difunto potencial cuando debía haberlo hecho.

Un toque de ironía dramática en la historia que no es subrayado porque todos los espectadores de la época lo habrían entendido es que el derribo del bombardero con el que arranca la historia tiene lugar el 2 de mayo de 1945, apenas seis días antes del fin de la guerra en Europa. Siempre hay algo entre cómico y trágico en sobrevivir siete años de guerra brutal para morir cuando el final del conflicto está ya al caer. Pero esa elección del momento de arranque también sugiere que los creadores de la historia utilizan la idea de una «vida después de la muerte» para hablar de la «vida después de la guerra».
Quizá de forma inconsciente, A Matter of Life and Death trataría el mismo tema que su compañera de año, Qué bello es vivir: Donde la película de Capra sugiere la depresión y el nihilismo de quien ha perdido las ganas de vivir, A Matter of Life and Death exuda un tono optimista y afable rayando en lo neurótico de quien tal vez no está del todo convencido de que la vida merezca la pena; de alguien que está quizá reprimiendo su horror bajo sonrisas de technicolor.

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Audie Murphy American Cotton Museum en Greenville Texas: Diorama del «home front» en EE.UU, con mamá maniquí y niña maniquí leyendo carta de papá maniquí en el frente. Niña maniquí sonríe. Mamá maniquí, no.

Cuando la maquinaria burocrática del más allá viene a reclamar al protagonista, preguntándole por qué habrían de perdonar su vida cuando tantas y tantas han sido cortadas a su alrededor, éste solo acierta a responder que «porque no es justo». Que el error que le dejó con vida no fue culpa suya, y ahora está enamorado. O sea que ya. Y la película nos invita a aceptar este argumento sin darle demasiadas vueltas, porque la alternativa sería demasiado desoladora. Si no es posible la poesía después de Auschwitz, habrá que conformarse con el rock and roll.

Yo creía que la mayoría silenciosa era otra cosa

Hace años escribí un guion de cine que también trataba sobre el más allá. Lo protagonizaba una chica que pasaba en barca a los recién fallecidos hasta la otra orilla del río que separa el mundo de los vivos del de los muertos. Como en la peli de Powell y Pressburger, la chica cometía un error y un muerto se le escapaba de vuelta a la vida. A partir de allí, la chica intentaba enmendar su error, y la historia se complicaba³.

El título del guion era La Mayoría. Lo saqué de una expresión de los antiguos romanos para referirse eufemísticamente a la muerte. Cuando alguien moría, decían que «se había unido a la Mayoría». Y así es, en efecto. Hay una leyenda urbana que dice que hay más gente viva hoy en día que la que ha vivido nunca, pero no es real. Los muertos son más que los vivos. Muchos más. Por eso al menos yo me he propuesto disfrutar más del poco tiempo que estamos en minoría.


NOTAS:

¹ Buscando en el catálogo de Netflix aparecen 0 películas de Michael Powell.

² El festival de apariciones celestiales comenzó con Here Comes Mr Jordan (en castellano se tituló El difunto protesta) en 1941. Para su remake Warren Beatty volvió al título de la obra en que se basaba la película: Heaven Can Wait. Por supuesto en 1946 tenemos It’s a Wonderful Life (Qué bello es vivir). Del año siguiente es The Bishop’s Wife (como A Matter of Life and Death, con David Niven) y la secuela de Mr. Jordan, Down To Earth, que es básicamente un antecedente de Xanadú, pero con Rita Hayworth haciendo de musa en vez de Olivia Newton-John.

³ El guion nunca se llegó a rodar. Hay una serie de televisión española que se parece un poco a mi historia. No he querido verla porque eso siempre da un poco de rabia, pero dicen que está bien.

En una encuesta entre críticos británicos realizada por la revista Total Film A Matter of Life and Death quedó segunda entre las mejores películas británicas de todos los tiempos. Hoy en día me cuesta verla tan arriba, pensando en tantas maravillas creadas por el cine británico. El resto de la película sigue una lógica más previsible en la que el amor triunfa sobre la muerte, y bla bla. Pero viéndola en el contexto de su época imagino que su originalidad respecto a lo que se estaba rodando en Gran Bretaña sería extraordinaria, y esa preciosa reconstrucción visual del más allá es el modelo con el que se miden todos los esfuerzos posteriores.
Uno reciente que recuerdo con afecto es Wristcutters: A Love Story (2006), dirigida por el croata Goran Dukic, y que trata de un chico que se suicida y despierta en un universo igual que el nuestro, pero más deprimente y poblado de suicidas, con la excepción de una chica que dice que está allí por error, y anda buscando el modo de contactar con los responsables para que resuelvan el entuerto. A pesar de lo siniestro de la premisa, es una comedia romántica muy divertida, y sale Tom Waits haciendo de San Pedro. Con lo cual está todo dicho, ¿no?

5 Las fotos que encabezan esta entrada las tomé en la sala de mi casa. Los derechos de las imágenes en las carátulas corresponden a las respectivas productoras de los dvds y las muestro con fines ilustrativos.

Las demás fotos las he sacado de Wikipedia. La foto de Michael Powell es obra de P.G. James, fotógrafo oficial de la Royal Navy, y está en el dominio público. La surrealista foto de la mujer adorando el montículo de goma es obra de autor/a desconocido/a y está también en el dominio público. La foto del diorama es obra de Michael Barera y tiene licencia Creative Commons con atribución.

2 comentarios sobre “¿Vivirá, doctor?

  1. En Filmin tienes disponibles 10 títulos del director. Pero es porno, porque es streaming.
    Una cosa que me alucinó en su día cuando vi esta peli fue cuando alguien utiliza en la casa el aparato ese para ver lo de alrededor y se proyecta sobre el techo. No recuerdo cómo narices se llamaba.
    Casi todas las películas que he visto de Powell-Pressburger tiene momentos visuales inolvidables y muy llamativos, y si a eso le añades que encima las pelis están muy bien.

    Ese guión de la nota 3 merecería rodarse.

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    1. Bravo por Filmin. Si alguna vez me paso al porno-streaming, ya tienen más puntos para que me suscriba.
      No estoy muy seguro de qué es lo que utiliza el doctor para espiar a sus vecinos, pero parece una cámara oscura a la que ha incorporado algún tipo de lente. En la película es un efecto especial, claro, porque no generaría suficiente luz para que la cámara lo recogiese con nitidez…

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