¡Extra de verano!

extradeveranoenlosbosquesEste pasado mes de julio no he podido escribir nada en el blog porque estaba trabajando contra reloj para terminar un corto protagonizado por Bea Insa. Ya contaré más sobre el tema en próximas entradas…

Para compensar la sequía estival, os dejo con un popurrí de historias que tenía en la cabeza contar, a modo de almanaque de verano como los que solía hacer Bruguera en sus publicaciones…

Michael Landon y su madre

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¡Hola, soy Michael Landon! Algunos me conoceréis de sobremesas en familia los domingos por la tarde, cuando teníais que tragaros mi serie o la mierda que echaran en la Segunda Cadena en aquellos años.

El malogrado Michael Landon ha pasado a la historia del cine y la televisión estadounidenses por su legendario papel protagonista en Fui un hombre lobo adolescente, y en menor medida por tres grandes éxitos a lo largo de otras tantas décadas de actividad en la pequeña pantalla: Las series Bonanza, La casa de la pradera y, ya en los 80, Autopista hacia el cielo.

¿De dónde salía tanto buenismo y tanta sacarina en su carrera como guionista, director y actor? Bien, quizá era inevitable que un creador con una carrera tan aburrida para el gusto de quien escribe esto ocultara en su vida más oscuridad de la que uno habría imaginado.

En los setenta Landon escribió y dirigió un telefim titulado The Loneliest Runner, en el que recreaba de forma apenas velada su infancia, marcada por el trauma de seguir meando la cama de noche hasta pasados los 14 años. Esta circunstancia se vio agravada por la estrategia adoptada por su madre para intentar que el muchacho perdiera ese hábito, que consistía en colgar las sábanas manchadas en la fachada de su casa para que las viera todo el mundo. Landon se acostumbró a volver corriendo de la escuela cada mañana para poder retirar las sábanas antes de que las vieran sus compis de clase y la humillación fuera completa.

Tanto correr y correr acabó por convertir al chaval en un atleta. En la película el personaje corría la maratón en los juegos olímpicos y se llevaba la medalla. El propio Landon interpretaba la escena, en lo que era sin duda la realización de un deseo frustrado: en la vida real estuvo cerca de conseguir la gloria olímpica, ya que en 1954 obtuvo la mejor marca estadounidense en lanzamiento de jabalina en su grupo de edad. Por desgracia, una lesión grave de hombro acabó su carrera deportiva prematuramente.

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«Pues aquí me tenéis haciendo publicidad de Kodak, para ganarme los garbanzos. Porque no hay que ser orgulloso ni nada de eso…»

Recuerdo haber visto de pequeño ese telefilm en la tele, y encontrarlo moderamente  interesante. Claro, no sabía que era algo que le había pasado realmente a Landon, y como historia tiene su aquel, pero lo que ya me ha tumbado es la explicación de por qué Landon tenía ese problema en primer lugar.

Resulta que la infancia de Michael Landon estuvo marcada por los intentos de suicidio de su madre, probablemente debidos a una severa depresión. Como el niño de About a Boy, Landon se sentía obligado a vigilar constantemente a su madre para dar la alarma e impedir que lo consiguiera. El clímax de esta rutina tuvo lugar durante unas vacaciones en la playa. La señora Orowitz (el apellido real del actor) intentó ahogarse, y fue el joven Landon (ignoro qué edad tenía, no encuentro el dato en internet) quien la sacó del agua. Ella inmediatamente hizo como si no hubiera sucedido nada. Al cabo de unos minutos, el pequeño se puso a vomitar de la ansiedad provocada por la situación. Años más tarde lo recordaría como lo peor que le había pasado en su vida.

No sé por qué la madre de Michael Landon tenía ese impulso suicida. No voy a culpabilizarla por ello: la depresión es una enfermedad que solo en las últimas décadas ha empezado a ser comprendida y tomada en serio por la sociedad. ¿Algún adulto hizo algo al respecto?  ¿Dónde estaba el señor Orowitz cuando tenían lugar estos episodios, o incluso la hermana de Landon, cuatro años mayor que él? No sé si los intentos de su madre de avergonzarle ante el vecindario por su problema nocturno era parte de su trastorno o si revelaba una veta cruel en su personalidad.

Lo que tengo claro es que ningún niño está preparado para gestionar una situación así. No hace falta adherirse a la escuela freudiana para imaginar que tal nivel de estrés emocional dejaría huellas en cualquier persona, hasta el punto de alentarle a cultivar relatos lacrimógenos, donde el núcleo familiar se ve desgarrado por sucesivas crisis, pero, y este matiz es importante, acaban por resolverse con cariño y buenas intenciones. Aunque no hay peligro de que vuelva a tragarme un solo episodio de La casa de la pradera o Autopista hacia el cielo1, al menos ahora entiendo un poco mejor a la persona detrás de aquellos tostones.

Rosebud 2: La Ira de Kane

Cada vez que un joven director rueda uno de esos megaéxitos a los que Hollywood se ha vuelto adicto se le suele etiquetar como un «nuevo Spielberg», y sin embargo el viejo Spielberg sigue ahí, incrustado entre la realeza del mundo del cine y sin dar señales de irse a ningún sitio. Incluso hoy en día, cuando el público general piensa en un «director de cine», lo más probable es que piense en primer lugar en Steven Spielberg.

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Cu-cú. Ahora me hacéis de menos, pero la de pelis mías que habéis visto mientras crecíais.

Estamos tan acostumbrados a su presencia que tal vez ya no recordamos lo extraordinaria que era su figura en los primeros ochenta, cuando todo lo que tocaba se convertía en oro. En 1994 se convertiría en el primer director de cine desde Griffith en fundar un estudio que realmente supuso un desafío para los viejos dinosaurios de la era dorada del cine estadounidense 2 .  Muchos otros cineastas lo habían deseado antes que él, pero Spielberg fue el primero en tener el dinero y la influencia necesaria para llevarlo a cabo.

En 1983 Spielberg estaba en la cima comercial de su carrera. El año anterior había estrenado ET el extraterrestre, una película que se mantuvo durante diez años como la más taquillera de la historia, hasta que en 1994 fue sustituida por Parque Jurásico, también dirigida por Spielberg. Como productor se llevó un porcentaje considerable de las ganancias del film, y así gracias a ET y a la saga de Indiana Jones pudo Spielberg ir llenando la hucha que le permitiría fundar su propio estudio. Insisto en el lado pecuniario de la cuestión para que tengamos en mente cuánto dinero tenía ya Spielberg en aquella época.

Bien, además del dinero, hay por supuesto otra cosa que Spielberg ama con locura: el cine, y en especial el cine clásico de Hollywood. Cuando salió a la venta en una subasta el trineo Rosebud de Ciudadano Kane, Spielberg pagó 55.000 dólares por él. Teniendo en cuenta la inflación, hoy esa cantidad equivaldría a casi el triple.

Welles no necesita presentación aquí. A principios de los ochenta, mientras realizaba anuncios de vinos baratos y se postulaba para presentar su propio programa de entrevistas, el viejo niño prodigio seguía rodando material para diversos proyectos que tenía a medias y escribiendo guiones para los que seguía esperando conseguir financiación.

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Igual que no necesita presentación, Welles tampoco necesita foto. Por eso incluimos aquí una foto de Lana Turner bailando en un programa de radio de Welles durante la segunda guerra mundial.

Por mucho que fuera el santo patrón de los cineastas rebeldes de todo el mundo, el sueño no tan secreto de Welles era volver por la puerta grande a Hollywood, y demostrarles de una vez por todas que su precoz estallido de creatividad en 1941 no había sido una cuestión de potra. Para ello no dudó en cortejar a las estrellas de moda, como Warren Beatty, Jack Nicholson o Burt Reynolds, con la esperanza de que el interés de ellos por el proyecto le permitiese encontrar financiación. La otra ruta era alistar en sus proyectos a cineastas de más éxito que él, como hizo con John Huston y Peter Bogdanovich para The Other Side of the Wind.

En 1984, a punto de cumplir los 70 y ninguna película estrenada comercialmente en casi diez años, Welles intentó probar ambas estrategias a la vez: ofreció un papel en su nuevo proyecto a Amy Irving, una actriz hoy olvidada pero entonces de moda en Hollywood, con la esperanza de hacer más comercialmente viable el proyecto. Y de que el marido de la actriz, un tal Steven Spielberg, se animara a utilizar su dinero o su influencia para sacar la película adelante.

Así que los invitó a comer, en principio para hablarle a Irving de su papel en la película, pero obviamente para lanzar los anzuelos en dirección al maridito. Su lógica pudo ser algo así: «Si este pipiolo ha pagado 55.000 pavos por una pieza de atrezzo, ¿cuánto estará dispuesto a soltar para tener una NUEVA PELÍCULA del director de Ciudadano Kane? ¿Eh?»

Según lo cuentan sus biógraf@s, aquella comida fue un festival Orson Welles. El hombre contó historias, rescató anécdotas, esbozó retratos de personalidades célebres con las que se había encontrado a lo largo de su carrera, y en fin, desplegó todo su repertorio para el deleite de los Spielberg, que no podían estar más encantados. Les hizo reír, les hizo emocionarse… conociendo a Welles un@ imagina que seguramente hasta les hizo algún truco de magia… aquella comida debió de ser de las más memorables en las jóvenes vidas de Irving y Spielberg. Entretenimiento en estado puro.

Y llegó el momento en que el camarero trajo la cuenta. Hubo un largo silencio, mientras todos miraban distraídos a sus platos o a las otras mesas, hasta que por fin Welles con una sonrisa cogió el papel y comprobó que todo estuviera correcto.

Mientras sacaba su cartera, el viejo niño prodigio del cine sin duda adivinó que su plan había fracasado.

Una de las características de Welles a lo largo de toda su vida fue su capacidad de seducción, que podía derivar en zalamería y buscavidismo si la necesidad apretaba. Son incontables las historias de personas que se dejaron liar por la labia de Welles para aceptar tratos de los que más tarde se arrepentirían. Por desgracia, con el tiempo el truco se le fue viendo y a Welles le costó más y más esfuerzo convencer a la gente de ayudarle en sus proyectos.

Quizá Welles quiso ver un paralelismo entre su fulgurante ascenso profesional y la precoz carrera de Spielberg. Lo que no podía saber era que el director de Tiburón y En busca del arca perdida pertenecía a una generación de cineastas de una pasta mucho más dura, que manejaban sus carreras como verdaderos empresarios y escogían sus proyectos con un ojo en los desafíos artísticos y otro en las posibilidades comerciales.

Sentados frente a frente en aquel elegante restaurante de Hollywood, es seguro que fue así como Spielberg vio a Orson Welles: un creador de talento comparable al suyo, si no superior. Y también una mala inversión.

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Según una leyenda urbana, Welles rio el último: la comida le sentó como un tiro a Spielberg.

Los 6 del Titanic.

A bordo del Titanic viajaron 8 pasajeros de origen chino. De los cuales sobrevivieron 6, una proporción espectacular, teniendo en cuenta el número de ahogados. Cuatro de ellos se subieron juntos al último bote salvavidas que bajó de uno de los lados del barco. Uno fue rescatado por otro de los botes . Y el sexto fue encontrado con vida subido a un pedazo de madera, probablemente una puerta. Igual que Rose en la peli de James Cameron.

Si fuiste algun@ de los millones y millones de espectadores de esa película, es muy probable que no recordéis que saliera ningún chino. Sobre todo salvándose. Y hay una razón para ello. Durante cien años la presencia de esos pasajeros fue intencionadamente borrada de las crónicas del hundimiento. Los seis supervivientes chinos no fueron recibidos con los brazos abiertos al llegar a Estados Unidos.

Al contrario, fueron retenidos en la isla de Ellis, donde se tramitaban las llegadas de inmigrantes, y expulsados sin la menor consideración gracias a una ley reciente que expresamente impedía la entrada de inmigrantes de origen chino. Los ferrocarriles transcontinentales estaban terminados, así que las autoridades estadounidenses decidieron que ya no querían más mano de obra que no fuera de origen europeo.

De hecho, la prensa de la época recogió el rescate de los seis pasajeros chinos como algo ignominioso. Para el feroz racismo de los estadounidenses de entonces, que se salvaran chinos cuando se habían ahogado tantos blancos ricos era como si se hubieran salvado maletas en lugar de personas.

Los artículos se cebaron en aquellos seis hombres, como si hubieran hecho algo vergonzoso al intentar salvarse en lugar de resignarse a morir para que algún otro europeo pudiera contarlo. Se llegó a publicar que se habían disfrazado de mujeres para subir a los botes, y que habían empujado a un lado a mujeres y niños en su afán por salvarse.

Nada de eso era cierto, claro.

Me he enterado de esta historia por un artículo en internet que habla de un documental a punto de estrenarse sobre el tema:

Aparentemente, la historia de qué sucedió con esos seis pasajeros es aún más interesante a partir del momento en que fueron rescatados.

El precio de la fama

Cuando estrellas de Hollywood bellas, ricas y famosas se quejan del precio que tienen que pagar por su estatus ultraprivilegiado es inevitable mirar al cielo y suspirar.

Por otro lado, está Gene Tierney.

Gene_Tierney_in_Laura_trailerHoy en día ésta es sobre todo conocida por cinéfilos amantes del Hollywood clásico, gracias a un puñado de títulos clásicos como Que el cielo la juzgue, El castillo de Dragonwyck y, sobre todo, Laura.

Gene Tierney nació en una familia bien de la costa este. Su perfil es similar al de Katharine Hepburn, minus el talento y la ambición feroz de la pelirroja. Recibió una buena educación y fue presentada en sociedad, como las niñas ricas de la época, pero se aburría tanto que aceptó el consejo de un primo que trabajaba en el mundo del cine y se hizo actriz. Sus padres al principio desaconsejaron la carrera por considerarla por debajo de su nivel social, pero como la niña se empeñó, montaron una empresa para financiar sus ambiciones artísticas. Antes de cumplir los 20, Tierney ya era una estrella en Broadway. El salto a Hollywood solo tardó unos meses.

Tras un baile de contratos la actriz recayó en la 20th Century Fox, donde enseguida la metieron en proyectos de alto nivel, en los que estaban involucradas estrellas consagradas como Paul Muni y Henry Fonda, o directores como Fritz Lang, John Ford y Ernst Lubitsch. Los 40 fueron la década dorada para Tierney, cuando hizo sus papeles más memorables y su popularidad estuvo en lo más alto. A partir de entonces vino un rápido declive y un retiro voluntario a mediados de los 60 del que solo salió en contadas ocasiones.

El bajón en la carrera de Tierney está unido a sus problemas personales, que incluyen diversos matrimonios infelices, y conatos de depresión severa, que muy al estilo de la época fueron tratados con electroshocks. Hay personas que defienden que este tratamiento realmente alivió sus problemas mentales. Gene Tierney no es una de ellas. Después de recibir 27 sesiones de shocks eléctricos la actriz huyó del centro donde era tratada, pero fue obligada a regresar allí. Más tarde contaría cómo el tratamiento destruyó gran parte de su memoria.

Es muy posible que los problemas psíquicos de Tierney, que culminaron en al menos un intento serio de suicidio,  comenzaran por el estrés de su experiencia con su primer bebé. En 1941 ella y un diseñador de moda de origen rusoitaliano «se fugaron» y se casaron contra la voluntad de la familia de ella. Dos años más tarde, embarazada de su primera hija, Tierney contrajo la rubeola.

La enfermedad tuvo un impacto dramático en la salud del bebé, que nació prematuramente y necesitó de una transfusión total de sangre. La niña además arrastraba graves problemas congénitos: sordera, una ceguera parcial con cataratas y un retraso mental severo. La pequeña Daria, como fue bautizada, pasó el resto de su larga vida internada en instituciones médicas, donde recibió el mejor cuidado que el dinero podía comprar, pero nada parecido a una vida normal en familia.

Un año después del nacimiento de Daria, Gene Tierney estaba en una fiesta cuando se le acercó una mujer que se declaró como fan suya. Aparentemente habían coincidido una vez, un par de años antes, en una velada de la Hollywood Canteen.

Fan fatal

La Cantina Hollywood era la versión glamurosa de los locales de la USO (United Services Organizations), la organización que proporcionaba entretenimiento a los soldados que iban a ser destinados a los frentes de guerra en el extranjero. Normalmente eran locales donde los muchachos podían comer y beber algo, ver un espectáculo en vivo y bailar con voluntarias locales.

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Marlene Dietrich y Rita Hayworth sirven café a los muchachos ataviadas con adorables delantales que no tapan sus piernas. Lana Turner también participó, pero esa noche estaba ocupada bailando en otro programa de radio de Welles…

En la Cantina Hollywood, se hacía lo mismo, salvo que las personas que servían las bebidas eran profesionales de la industria del cine más o menos famosos, y las chicas que bailaban con los soldados eran estrellas como Jean Arthur, Marlene Dietrich u Olivia de Havilland. El grado de curro de cada persona dependía de su implicación en el esfuerzo bélico, o la cercanía de los fotógrafos que inmortalizaban tu buena disposición a remangarte y fregar platos o aguantar los pisotones o sobeteos del marine de turno a punto de embarcar para Guadalcanal.

La mujer que abordó a Gene Tierney en la fiesta también había servido en el ejército, en algún puesto auxiliar reservado a las mujeres en el cuerpo de marines. Fue así como se enteró de que Tierney iba a estar presente en la Cantina Hollywood en una fecha determinada. Y fue así que se escabulló del cuartel donde estaba destinada para poder conocer a la rutilante estrella de cine.

«Me habían obligado a guardar cuarentena por rubeola», le explicó la mujer, «pero así y todo tenía que ir, porque siempre habías sido mi favorita.»


NOTAS

1 Aunque recuerdo un buen episodio de autopista hacia el cielo protagonizado por Geoffrey Lewis, el padre de Juliette Lewis y actor habitual en las pelis de Clint Eastwood de los 70. El guion era básicamente una adaptación contemporánea de Cancion de Navidad de Dickens, con Landon y su colega el barbas (Victor French) enseñándo al empresario marrullero que interpretaba Lewis el verdadero significado de la Navidad. Es un tributo al genio de Dickens que, reescrita e interpretada por Landon, la historia sigue funcionando.

2 En contraste con, por ejemplo el American Zoetrope de Francis Coppola, que quería ser exactamente eso, pero acabó siendo el equivalente empresarial de una película de Werner Herzog.

3 La historia del encuentro entre Welles y Spielberg es contada en biografías y artículos sobre la figura del director de Touch of Evil. La historia de Gene Tierney y la rubeola la leí por primera vez en La ciudad de las redes de Otto Friedrich, que sigue siendo mi libro favorito sobre la historia del Hollywood clásico en su absoluto apogeo, y una fuente inagotable de anécdotas que seguramente volverá a aparecer en este blog.

4 Todas las fotos están tomadas de la wikipedia, y tienen licencia creative commons o bien están en el dominio público. La imagen del anuncio de Kodak procede de una página de revista de los setenta, y la incluyo con fines humorísticos. En ningún caso supone una promoción de la marca, que no me ha pagado un céntimo por incluirlo. La foto de Steven Spielberg fue tomada por George Biard en mayo de 2013, durante el festival de Cannes. La foto de Michael Landon en color fue tomada por Alan Light en la fiesta del Gobernador con motivo de la 42 edición de los premios Emmy, en septiembre de 1990. Los autores de las otras fotografías no están identificados.

La imagen de arriba es un fragmento de una portada del Din Dan Extra de verano de 1970. El autor de la ilustración es Raf, y los derechos corresponden a sus herederos, o más probablemente a quienes posean los derechos del archivo gráfico de Bruguera. La presento aquí con fines ilustrativos.

Igualmente presento el enlace al trailer del documental The Six con fines ilustrativos.

2 comentarios sobre “¡Extra de verano!

  1. Jo! Qué recuerdo tengo de The loneliest runner. Tengo ese telefilm mitificado de mi infancia. Para mí, mejor que el de Travolta en la burbuja que también debió impresionar a muchos de nuestra generación (eso de que solo hubiera dos cadenas).
    Ese telefilm salva el resto de la filmografía de Michael. Eso sí, prefiero no volver a verlo.
    Y no tenía ni idea de todo lo que acompañaba a la historia. Ni lo de la madre de Michael, ni lo de las Olimpiadas frustradas. Muy curioso.

    ¿esa leyenda urbana de que la comida le sentó mal a Spielberg se ha originado aquí?

    Buuuffff. Qué racistas, machistas, egoístas y demás somos. Lo de los chinos me parece tremendo.
    Pero bah! Una maleta de marca vale hoy en día más que la vida de cualquiera, ya da igual de dónde sea o su color… bueno, salvo si es de la clase adinerada, claro.
    Pobre Gene.. Y la fan no lo hizo con mala intención.. Una pena y una historia muy curiosa.

    Una entrada muy entretenida.

    Un saludo.

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    1. Ja, una consecuencia de que solo hubiera dos canales es que todo el mundo acababa viendo las mismas cosas… si pasaba suficiente tiempo frente a la tele…
      Las leyendas urbanas nadie sabe dónde nacen. Es lo que tienen…
      Un saludo para ti también… gracias por la visita.

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