Poco dado a expresar sus emociones, las pocas veces que mi padre mostró su entusiasmo fue por algo que había visto en el cine, o que había leído. Recuerdo la ilusión con la que nos habló de la recién publicada en España La conjura de los necios. O aquella comida familiar en que nos contó de arriba abajo La vida de Brian, que había ido a ver él solo.
