Kevin Feige, presidente de Marvel (empresa propiedad de la Disney), quiere un Oscar.
Lo quiere mucho.
Kevin Feige: Érase un hombre a un Oscar arrimado
Tanto es así que la Academia de Hollywood amagó con crear uno a su medida cuando tantearon la posibilidad de crear una nueva categoría reina, paralela al Oscar a la mejor película : Película más popular. Que presumiblemente ganaría la película más taquillera del año. Que probablemente sería una película Marvel. O Disney.
Antaño había un tipo de cinéfilos que coleccionaba datos, fechas y nombres en su cerebro sobre sus películas favoritas, que procedían a sacar a colación cuando fuese necesario, normalmente en una discusión con algún otro cinéfilo.
La primera vez que vi a William Goldman, me cayó gordo.
No lo vi en persona, claro, sino en una foto que aparecía en un libro de entrevistas con grandes guionistas del cine mundial. En el capítulo dedicado al guionista de Dos hombres y un destino, Marathon Man y tantos otros clásicos de los sesenta y setenta, aparecía una foto de él, con jersey de cuello alto, pelo canoso patricio y pose de escritor con el mentón apoyado en un puño.
Y una mirada a cámara de pura mala hostia. Pensé: ‘ostras, qué tío más borde. Qué creído se lo debe de tener’.
Edmund Kean (1787-1833) fue el actor shakespeariano más famoso de la primera mitad del siglo XIX en Inglaterra. A pesar de su corta estatura se ganó interpretar los principales papeles del repertorio trágico: Ricardo III, Hamlet, Otelo, Macbeth, el rey Lear… De su interpretación llegó a decir el poeta Samuel Coleridge que era “como leer a Shakespeare a la luz de relámpagos en una tormenta.”
Que a pesar de todo su éxito Kean tenía una espinita clavada lo demuestran las últimas palabras que se le atribuyen en su lecho de muerte: “Morir es fácil. Lo difícil es hacer comedia.”1
Bien, Kean (supuestamente) lo dejó claro: en la vida real, morir es fácil. Muchísima gente lo hace cada día sin esfuerzo, casi sin darse cuenta, si por ejemplo cruzas sin mirar y te lleva por delante un autobús.
Ryuichi Sakamoto: que el muzak no le arruine una buena comida.
Hace unos días leí un artículo que contaba cómo Ryuichi Sakamoto escribió un mail al chef de su restaurante favorito para expresarle su amor por su cocina y su respeto por su arte, pero también su odio a la música que se veía forzado a escuchar de fondo durante la degustación. La dieta sonora consistía en palabras del propio Sakamoto en standards de jazz puestos al tun-tún, melodías de piano aburridas y canciones pop brasileñas horribles, según el gusto del japonés.
Este pasado mes de julio no he podido escribir nada en el blog porque estaba trabajando contra reloj para terminar un corto protagonizado por Bea Insa. Ya contaré más sobre el tema en próximas entradas…
Para compensar la sequía estival, os dejo con un popurrí de historias que tenía en la cabeza contar, a modo de almanaque de verano como los que solía hacer Brugueraen sus publicaciones…
No existe una curva tipo en las carreras artísticas. Hay quienes empiezan muy arriba y van descendiendo suavemente hasta la intrascendencia. Hay quienes arrancan con fuerza y el motor se les cala casi de inmediato, pero con esfuerzo logran recuperarse y llegar tan lejos como se esperaba de ell@s. Hay quienes tienen carreras gloriosas bendecidas por los dioses, y quienes realizan largas travesías en el desierto y solo consiguen un reconocimiento en la hora final, o ni siquiera eso. Hay quienes lo hacen todo mal de jóvenes, pero aprenden de sus errores y alcanzan por fin la maestría con los años.
Michael Caine es tan buen actor, que cuando lo vi de niño en Evasión o Victoria, una peli de fútbol que mezclaba estrellas de cine con estrellas del fútbol profesional, yo pensé que él era una estrella de fútbol.