De escorpiones y ranas (3 de 3)

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SIMON AND GARFUNKEL, allá por 1966, mucho antes de que dejaran de hablarse por primera vez.

En 1969 el innovador e iconoclasta músico Frank Zappa estaba en una tienda de instrumentos en Nueva York cuando entró un tipo bajito y empapado por la lluvia que caía fuera. «Hola, soy Paul Simon».

Zappa ya había dejado su marca en la música pop con Freak Out! y We’re Only in it for the Money, dos de sus obras más emblemáticas con su banda The Mothers of Invention. Le iba bastante bien. Claro, Paul Simon era la mitad de Simon and Garfunkel, el dúo folk que había vendido discos como agua con The Sounds of Silence y Scarborough Fair y Mrs Robinson y todas esas canciones que ahora estáis recordando con embeleso u horror, dependiendo de vuestra opinión del dúo. (Bridge Over Troubled Waters, no, aún no la habían compuesto). Sin dar muchos rodeos, Paul Simon invitó a Zappa a cenar a su casa al día siguiente.

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FRANK ZAPPA. Desde el principio, su carrera se caracterizó por una mirada irónica hacia la industria de la música. Su encuentro con Simon y Garfunkel le convencería de que hay que tomarse las cosas en serio y no hacer chistecitos fáciles.

Uno pensaría que Zappa y Simon and Garfunkel no tendrían mucho en común, y uno se equivocaría al pensarlo: el productor de Freak Out! había sido Tom Wilson, que también había trabajado con Simon and Garfunkel en sus primeros álbumes. Y Zappa acababa de publicar Cruisin’ With Ruben & The Jets, un disco de doo wop que podría ser definido como posmoderno, en el sentido de que el público de la época no estaba seguro de si era una coña irónica o si iba en serio lo de la vuelta a los sonidos del duduá de los 50. Y como descubrió Zappa la noche que fue a cenar con Simon, éste y Art Garfunkel tenían un pasado doo wop, porque mucho antes de sus gorgoritos folk-pop habían sido un dúo de rock and roll vocal que se hacía llamar Tom and Jerry (apodo que se revelaría profético). Incluso habían tenido un éxito titulado Hey, Schoolgirl in the Second Row («Eh, colegiala de la segunda fila»).

Mientras escuchaban un disco de Django Reinhardt, Paul Simon le dijo a Zappa que estaba cabreado porque ese año tendría que pagar 600.000 dólares en impuestos. Zappa no dijo nada, pero se quedó pensando que ya le gustaría a él GANAR 600.000 dólares en un año. Se preguntó cuánto había que ganar en un año para tener que pagar 600.000 dólares al fisco.

Poco después se unió a ellos Art Garfunkel. Cenaron y compararon notas sobre sus respectivas carreras. La conversación se prolongó hasta altas horas de la madrugada. Tanto Simon como Garfunkel estaban en una vena melancólica, quejándose de que hacía tiempo que no salían de gira, y que echaban de menos «los viejos tiempos», cuando aún eran Tom y Jerry. Cuando nadie los conocía.

Zappa empatizó con los pobres supermillonarios. Les dijo: «Mañana por la noche tocamos en Buffalo. ¿Por qué no venís y nos hacéis de teloneros como Tom and Jerry? No se lo diré a nadie. Cogéis vuestros instrumentos y salís y tocáis ‘Hey Schoolgirl in the Second Row’… tocad solo vuestras viejas canciones… nada de Simon and Garfunkel.»

Al duo le pareció una idea genial. Por una noche dejarían de ser famosos y volverían a ser simplemente Tom and Jerry, dos chicos que armonizaban y cantaban rock and roll.

The singers, not the songs

La noche siguiente, Simon and Garfunkel salieron con sus guitarras y sus chaquetas rockeras y tocaron para el público que había venido a ver a Frank Zappa y sus Mothers of Invention. Puede que también llevaran gafas de sol, para disimular un poco su identidad. «¡Hola, Buffalo, somos… Tom and Jerry!»

Wooo. Yupi.

El dúo cantó sus viejas canciones, y la gente… pasó de ellos. Escucharon sin interés y aplaudieron sin entusiasmo. Nadie les reconoció. Nadie les pidió canciones de Simon and Garfunkel. Nadie encendió mecheros (¿encendían mecheros en los conciertos en el 69? Puede ser. Igual se inventó aquel año lo de encender mecheros).

Entre canción y canción, a medida que desgranaban su repertorio y no provocaban la menor reacción de aquel público tan cool, Paul Simon y Art Garfunkel se miraban. Ser unos desconocidos no era tan divertido como recordaban.

Terminó su set, dieron las gracias y se marcharon. Nadie silbó para que hicieran un bis. Nadie les echó de menos. A continuación salieron al escenario Zappa y su grupo e hicieron su concierto. La gente se despertó y aplaudió a rabiar. Los músicos se lo pasaron en grande, y el público aún más. Cuando llegó la hora de los bises, Zappa invitó a sus teloneros de vuelta al escenario, para que saludaran.

Tom and Jerry salieron de nuevo a escena, fueron directos al micro, y antes de que Zappa pudiera decir nada, empezaron a tocar The Sounds of Silence.

Y la gente por fin los reconoció. Y quizá uno pensaría que el público de Frank Zappa no fliparía tanto con Simon and Garfunkel. Y de nuevo uno se equivocaría. La gente se volvió loca y aplaudieron a rabiar. Y Tom and Jerry volvieron a ser Simon and Garfunkel. Y vieron que todo estaba bien, y sonrieron.

«Tocaron la puñetera Sounds of Silence», recordaba años después Zappa. «No pudieron contenerse.»

Y lo más gracioso es que cuando Zappa salía del local donde se había celebrado el concierto, una universitaria muy cabreada se acercó a él y le preguntó cómo había podido hacer eso. ¿Cómo se había burlado de esa manera de Simon and Garfunkel?

«¿Qué cojones se pensaba aquella chica que había pasado? ¿Que esas dos SUPERESTRELLAS habían aparecido de repente y les habíamos OBLIGADO a cantar “OOO-boppa-loochy-bah, she’s mine!”?


NOTAS:

Si mal no recuerdo, escuché esta historia por primera vez en Tren 3, el programa que Jorge Muñoz, el Maqui, tenía en Radio 3, hace… umh… muchos años. Él a su vez la sacaría del libro de memorias de Frank Zappa, The Real Frank Zappa Book.   Jorge Muñoz embelleció un poco la historia, y yo también lo he hecho.

Para ser sincero, no soy fan de Frank Zappa, porque tengo un sentido del humor de mierda y me aburren los discos sarcásticos. Eso no quita para que Zappa me parezca un personaje fascinante, y me entristece que muriera tan joven. Qué discos habría podido sacar en la era Trump.

Simon and Garfunkel me gustan en dosis cortas. Me hace mucha gracia cómo se mamporrean en entrevistas y se reconcilian el tiempo justo para volver a pasar por caja. Paul Simon estuvo un año casado con la joven Carrie Fisher, y relanzó su carrera saqueando las músicas de Sudáfrica. Ambos datos podrían estar más relacionados de lo que parece.

Por Art Garfunkel tengo una debilidad especial porque fui al insti con un chaval que tenía su mismo pelo, y porque el tío ha colgado en internet una lista de todos los libros que ha leído desde  junio de 1968, que es el tipo de cosa que hace que alguien me caiga bien. Hasta diciembre de 2017 ha leído 1271 libros, lo que tammmpoco son tantos, en realidad, pero la calidad de sus lecturas es impecable. Su último libro listado es, muy apropiadamente, How to Grow Old, de Marco Tulio Cicerón. ¡Sigue leyendo, Art!

Las fotos proceden de Wikipedia. La primera foto de Simon and Garfunkel es una foto publicitaria de su compañía de discos que ha caído en el dominio público por carecer de indicación de copyright. El fotógrafo es desconocido.

La primera foto de Frank Zappa también está en el dominio público. Fue hecha en 1973 por algún fotógrafo para Discreet Records.

La segunda foto de Simon and Garfunkel está fechada en junio de 1966. La tomó en el aeropuerto de Amsterdam Joost Evers, y tiene una licencia Creative Commons con atribución.

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