Notas a Camiselle

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1 Los testimonios

El pasado sábado 16 de febrero se estrenó Camiselle en la sala Arimaktore de Barakaldo. Tanto a esta actuación como a la del domingo 17 asistieron personas afectadas por la trama de robo de bebés. Madres a las que robaron sus bebés, personas que buscan a sus herman@s, personas que saben que al nacer fueron robadas. Con heridas abiertas que han arrastrado toda su vida adulta.

Después de las actuaciones tuvimos la oportunidad de hablar con estas personas y escuchar sus testimonios. Algunas de estas historias eran tan trágicas y desgarradoras que todo lo que habíamos descrito sobre el escenario era poco en comparación. También resultaba admirable la determinación de estas personas, agrupadas en asociaciones, para investigar los hechos y batallar por su reconocimiento por parte del Estado y las administraciones, que hasta la fecha han hecho poco o nada.

O peor, han puesto todo tipo de pegas para que pase el tiempo y la verdad no salga a la luz, a sabiendas de que el tiempo corre en contra de las víctimas, que envejecen y mueren, o ven cómo los presuntos culpables fallecen sin haber sido siquiera acusados formalmente, o cómo los delitos que podrían demostrar factiblemente prescriben sin que nadie pague por ellos. Sin que nadie entre en la cárcel.

Los Estados no tienen prisa. Siempre sobreviven a sus propios ciudadanos.

También pudimos escuchar historias estremecedoras de roces pasajeros con la trama criminal, como la mujer que nos contó que su madre iba a tener gemelos, y en la maternidad alguien ofreció a su padre comprarle uno de los bebés.»Su mujer no tiene por qué enterarse nunca», le dijeron l@s facineros@s.

O la mujer que contó que su madre, de extracción humilde, fue con su abuela a dar a luz a un hospital, y en cuanto nació el bebé empezaron a suceder cosas extrañas, y «la niña estaba gravísima y se suponía que no iba a vivir», hasta que llegó el padre, que resultaba ser médico, y pidió explicaciones detalladas de lo que estaba pasando, y oh, milagro, la niña revivió instantáneamente y se la pudieron llevar a casa sin más contratiempos.

Fueron unos encuentros emocionantes, que vivimos como ejemplo de lo que tiene que ser el teatro en estado puro, una comunicación en dos direcciones entre quienes se suben al escenario y quienes vienen a ver la obra. Nos hizo muy feliz comprobar que, con excepciones, todas estas personas recibían nuestro trabajo con satisfacción, entendían lo que habíamos intentado contar, y nos felicitaban por el resultado.

 

La polémica

Con excepciones, sí. El día del estreno unas pocas personas no entendieron lo que contábamos, o quizá se negaron a entenderlo, porque se levantaron en mitad de la función y se marcharon, e intentaron sin éxito arrastrar a otros espectadores en protesta por lo que consideraban un insulto y una falta de respeto.

Fue un momento muy triste en dos funciones que aparte de eso fueron perfectas. Es cierto que, como se comentó repetidas veces aquella noche, «es un tema muy delicado», y cada quien trae su dolor a flor de piel, y a veces éste nos impide procesar por el cerebro lo que estamos viendo y escuchando. No estoy seguro de que las personas que han vivido en sus propias carnes el drama sean el mejor público para la obra.

Al fin y al cabo, ésta no es realmente para ellos, que conocen de sobra el alcance de la tragedia, sino para el público «normal», que sabe del tema pero hasta la fecha no le ha hecho mucho caso: quizá cambia de canal cuando empiezan a hablar del tema, o solo lee las letras grandes de los artículos que regularmente aparecen en el periódico, y luego pasan de página. Es a esta gente a la que queremos llegar, y tocar emocionalmente, con nuestra pieza. Y el hecho de que la recepción mayoritaria del público (afectados por el tema o no)  fuera positiva nos ha dejado tranquil@s.

 

Un bebe no tiene precio Camiselle

 

3 El reformatorio y las Cruzadas Evangélicas.

La escena más dura emocionalmente tiene lugar en una institución sin nombre donde una directora intenta manipular a una joven que acaba de dar a luz a un bebé para que renuncie voluntariamente a éste. Por el contexto cualquiera puede entender lo que está sucediendo, pero quizá algun@ os hayáis quedado con ganas de saber un poco más sobre el tema.

Los reformatorios eran instituciones creadas por el franquismo para encarcelar y castigar a mujeres que, por alguna razón, no se sometían a las normas políticas, sociales o morales del régimen. Esas mujeres podían ser internadas en esos centros sin un juicio legal, y retenidas por la fuerza hasta que cumplían los 25 años. En ese tiempo sufrían malos tratos y vejaciones, eran obligadas a hacer trabajos forzados por los que no cobraban nada (y de los que se beneficiaban empresas afines al régimen), y recibían un constante adoctrinamiento en la versión más burda y cruel del Nacional Catolicismo imperante.

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Loli Astoreka y Bea Insa, el sábado pasado en Arimaktore, durante el estreno de Camiselle.

Los reformatorios dependían del Patronato de Protección de la Mujer, (título que brillaría entre los ejemplos de doublespeak imaginados por Orwell para 1984), un organismo presidido por la propia esposa de Franco, Carmen Polo, y que a su vez puso a cargo de los centros a órdenes y grupos religiosos como las Monjas Trinitarias, Oblatas, Adoratrices y las Cruzadas Evangélicas.

Este tipo de instituciones ha sido común en países donde la Iglesia Católica ha sido más fuerte. En Irlanda estaban los llamados Asilos de las Magdalenas, de funcionamiento similar. Peter Mullan dirigió una película espeluznante sobre el tema en 2002. Una antigua víctima de este brutal internamiento comentó tras verla que la vida en las instituciones era mucho peor que lo que se reflejaba en la película.

Estos reformatorios también fueron uno de los nodos centrales de la trama de robo de bebés, primero impuesta «legalmente» por el régimen por razones ideológicas y más tarde presuntamente continuada por razones crematísticas por personas que trabajaban en esos centros. Si llegabas embarazada había una alta probabilidad de que te quitasen el bebé una vez dado a luz, y que éste desapareciera en el circuito de adopciones irregulares.

Todo esto siguió sucediendo bien entrada la democracia. Uno de los reformatorios más tristemente célebres, Peña Grande en Madrid, el único en España especializado en madres adolescentes, siguió abierto hasta 1984, y solo se cerró por los repetidos incidentes, suicidios e incendios incluidos que se produjeron en la institución a medida que las internas tomaban conciencia de lo aberrante que era su situación en plena democracia y protestaban. El eco de estas protestas en los medios de comunicación acabó forzando al nuevo ministro de Justicia socialista a cerrar el centro.

Peña Grande era gestionado por las Cruzadas Evangélicas, un instituto seglar pero dependiente de la Iglesia Católica, que a pesar de los testimonios y denuncias de los abusos y crímenes presuntamente cometidos en el centro no ha sido nunca condenado por su actividad. A día de hoy siguen gestionando en España un par de maternidades para madres necesitadas, así como colegios y residencias. Según el artículo que he enlazado más arriba, todavía en 2017 sus maternidades recibieron subvenciones de la Comunidad de Madrid y de la diputación de Salamanca.

En Peña Grande trabajaron tanto sor María, la ínclita monja que murió antes de ser juzgada por robo de bebés, como el doctor Vela, sobre el que un tribunal consideró probado que había participado en un «tráfico de bebés», aunque fue puesto en libertad porque los delitos habían prescrito.

 

4 Las madres

Camiselle ensayos 3 smallEn Camiselle se habla explícita o implícitamente de hasta cuatro bebés robados. De esos cuatro bebés, solo hay uno cuya madre está ejerciendo la prostitución, presumiblemente de forma forzosa. En las noticias sobre las redes mafiosas es frecuente leer sobre inmigrantes «ilegales» que llegan embarazadas y son obligadas a ejercer la prostitución. Algunas serán obligadas también a abortar. Otras verán cómo sus bebés son retenidos para forzarlas a obedecer cuanto les ordenen los proxenetas. Otros bebés desaparecerán.

Otro de los bebés mencionados en la obra es hija de una joven soltera a la que engañan diciéndole que el bebé ha muerto… después de que hayan intentado en vano manipularla y coaccionarla para que lo entregara voluntariamente. Internas de Peña Grande denuncian que en plenas labores de parto les intentaban persuadir para que firmaran los papeles renunciando al bebé, y consintiendo a su entrega en adopción.

De los otros dos bebés mencionados en Camiselle no se sabe nada sobre sus padres. Como prueban miles de denuncias, esos bebés sustraídos no tienen por qué haber sido hijos de madres solteras o mujeres en situaciones precarias. En algún momento de la larga historia de estos crímenes el robo se extendió a cualquier pareja de clase humilde, casada por la iglesia, que tuviera la mala fortuna de cruzarse con algun@ de los implicados en la trama a la hora de tener su bebé.

Dadas ciertas circunstancias, cualquiera podría haber sido un bebé robado. También yo. También tú.

 

El humor

Camiselle es una obra incómoda, que presenta situaciones muy crudas, y está además envuelta en una forma a primera vista grotesca, marcada por esa «imagen primera» que resume el sentido de la pieza, la de la monja bebiendo güisqui y haciendo negocios mafiosos en un club de alterne. Lo incongruente de esa primera imagen tiene un componente de humor, y en efecto el día del estreno hubo gente que se rio (al día siguiente, no). Lo cual es posible que influyera en la reacción desaforada de esas personas que mencionaba. Pero vista la pieza en su totalidad se entiende el por qué de esa primera imagen surrealista, y se entiende perfectamente el sentido de la historia.

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Que no es en ningún caso hacer reír. Esas gotas de humor pertenecen a la misma clase de risa que surge en funerales y tanatorios, una risa que es parte del duelo que hacemos los seres humanos para poder seguir viviendo después de una pérdida traumática. Ningún espectador ha salido, ni en la versión corta ni en la larga que estrenamos el otro día, comentando el buen rato que ha pasado, ni lo que se ha reído con el tema de los bebés robados.

Camiselle busca remover a uno por dentro con lo que cuenta, y sobre todo con lo que sugiere. Y si en algún momento de la obra te has reído, es probable que el efecto sea aún más potente.

 

6 El título

Cuando era niño, solíamos ir los veranos a Galicia, a visitar a la familia de mi madre. Y, en ocasiones, también a la de mi padre, con la que teníamos una relación más tirante.

Durante esas vacaciones, mi padre solía quedar al menos un día con un viejo amigo suyo para tomar algo y charlar de los viejos tiempos. Quedaban siempre en el Sukiyaki, una cafetería de Vigo que para ellos tenía algún significado, o quizá no. Tal vez simplemente estaba en un lugar céntrico donde era fácil quedar.

La vida de mis padres antes de que naciéramos estaba envuelta en misterio. Él era veinte años mayor que ella, lo que cuando éramos niños no significaba nada (todos los adultos son medio viejos para un niño), pero al crecer generaba muchas preguntas… preguntas que ellos eludían con la habilidad de quien lleva haciéndolo toda su vida.

Mucho más tarde descubriríamos que él había tenido otra familia, a la que dejó por estar con mi madre, lo que provocó un terremoto social, familiar y legal que siguió teniendo consecuencias a lo largo de sus vidas.

Pero eso lo sabríamos, como  digo, mucho más tarde. De niños, en aquellos viajes a Galicia, el misterio persistía. La cita anual con su viejo amigo en el Sukiyaki me intrigaba porque era como una ventana a ese pasado de mi padre del que no sabíamos nada. Me habría encantado acompañarle y conocer a ese amigo, y que ambos me contaran anécdotas de su vida.

Mi padre nunca nos presentó a su amigo. No he visto ninguna foto suya, no sé qué aspecto tenía. Tampoco llamó nunca a casa: no sé cómo sonaba su voz. Por no saber, no sé ni su nombre de pila.

Solo sé que se apellidaba Camiselle.

 

Si la vida fuera como en las películas, yo podría haber seguido a mi padre en alguna de aquellas citas. Habría esperado que se fuera, y luego me habría montado en el autobús que iba desde el pueblo donde veraneábamos hasta Vigo. Me habría bajado en el centro y habría buscado la cafetería Sukiyaki. Allí me habría asomado al cristal y habría visto a los dos hombres sentados a una mesa, charlando, bebiendo. Yo habría entrado discretamente, y como niño que era habría pedido un kas de limón, quizá, y habría procurado sentarme en una mesa desde la que pudiera escuchar la conversación entre los dos viejos amigos.

Pero la vida no es como las películas. Sabes de alguien que se llama Camiselle, que tiene quizá la solución al misterio que ha llenado tu infancia de silencios; pero por más que lo desees, nunca llegarás a encontrarte cara a cara con él.

Un comentario sobre “Notas a Camiselle

  1. Tanto la verión corta como la larga, creo que se entendían perfectamente, siempre y cuando no vayas intentando busacar tu historia en la representación, porque entonces nunca vas a encontrar una obra que satisfaga tus expectativas.
    Creo que la crítica implicita es sufucientemente cruda, y la historia , final incluido impactante.
    No, no vas a pasar un rato agradable, vas a ver una representación que te remueve algo en el interioe, y que te genere interrogantes. No es fácil de olvidar.

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