Un gran poema

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Trabajadora emigrante en campo de recogedores de guisantes en Nipomo, California, 1936. Foto: Dorothea Lange
(There is an English version of this entry HERE)

Herbert Hoover era el presidente de Estados Unidos cuando se produjo el hundimiento de la bolsa de Wall Street y comenzó la Gran Depresión. A pesar de su reputación previa de gestor extraordinario, Hoover se vio superado por el alcance de la crisis.

En un determinado momento, apremiado por la prensa y sus rivales políticos para que propusiera alguna solución al desastre económico, no se le ocurrió nada mejor que decir: “Lo que este país necesita es un gran poema”.

Evidentemente, en las siguientes elecciones fue barrido por el candidato rival, un tal Franklin Roosevelt, que opinaba que lo que el país necesitaba era trabajo, y que la gente tuviera qué comer cada día.

Cuéntame algo que no sepa

¿Por qué empezamos a contarnos cosas en forma de historia?

Las historias más antiguas transmitían información vital para la comunidad. Cómo trabajar juntos. Cómo evitar peligros. Cómo relacionarse con el entorno natural, personalizado en dioses y demonios. Cómo obedecer. Cómo rebelarse. Cómo vivir. Cómo (y cuándo) morir.

De qué reír, también. No nos pongamos demasiado serios. Las historias también han servido para entretenernos. Para echar unas risas. Para pasar el tiempo mientras fuera estaba oscuro.

¿Y hoy? ¿Para qué sirve una historia?

Un lamento habitual entre los narradores (sobre todo cuando están recibiendo palos por su último trabajo) es que “todo está contado”. Cualquier historia que a uno se le ocurra ya ha sido contada. Los detalles van cambiando, pero la esencia ya estaba allí en una historia similar veinte, cien, tres mil años atrás.

Las religiones y los chistes se parecen en que siempre se basan en otr@s mucho más antigu@s. Uno se sorprende de que sigan funcionando, pero al parecer así es.

Las historias siguen ejerciendo la misma función que antaño. Nos transmiten información vital para manejarnos en el mundo. Para relacionarnos con l@s otr@s. Para afrontar los peligros que nos acechan. Y los peligros están cambiando.

La vida no es así

La batalla por la diversidad que se libra a cada minuto en las redes sociales es una batalla por las historias, por la necesidad de que nuevas voces aparezcan en las industrias culturales y reflejen las vidas de quienes han permanecido hasta ahora prácticamente invisibles en aquellas historias. Mujeres, de todas las edades. Personas de todos los colores, idiomas y acentos. Personas en transición hacia el que sienten su verdadero género. Personas de todo tipo de orientación sexual. Personas pobres. Personas diferentes, en su forma de moverse, de pensar o de vivir.

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La lucha por la diversidad no es cosa del 2017: Estreno del montaje Macbeth, dirigido por Orson Welles con un reparto negro, en el teatro Lafayette de Harlem el 14 de abril de 1936.

No tiene que ver con lo políticamente correcto. La etiqueta “Políticamente correcto” es un arma con la que personas (oh casualidad) pertenecientes al grupo privilegiado por excelencia (hombres, heterosexuales, con poder económico) atacan a las nuevas historias que ven surgir a su alrededor. Porque no se ven reflejados, o porque el reflejo no es precisamente halagador, las tachan de inútiles, de exageradas, de ridículas, de histéricas. Las desechan por ingenuas, por “buenistas”, y con una sonrisa de condescendencia concluyen: “la vida no es así”.

Lo que estos críticos no quieren ver es que, bueno, quizá la vida “no sea así”, como algunas historias contemporáneas la cuentan, pero desde luego, tampoco es como ellos (casi siempre se trata de “ellos”) creen. En todo el planeta las sociedades están mutando, cada vez más rápido, y necesitan desesperadamente nuevas historias que ayuden a resolver los conflictos que producen esos cambios.

El capitalismo está destruyendo el planeta. El machismo mata a miles de mujeres incluso en sociedades pretendidamente liberales e igualitarias. Candidatos tóxicos resultan elegidos para los cargos más poderosos y proceden a aplicar políticas tan dañinas que desgarran a comunidades enteras y amenazan las vidas de todos.

Y hay hombres, adultos con estudios, que enloquecen de ira porque Hollywood produce un remake de Los cazafantasmas en el que los personajes principales son mujeres.

 

Los depredadores sexuales no nacen; se hacen

Un@ no escribe historias de temática ecologista porque sea guay abrazar árboles, sino porque el medio ambiente se está cayendo en pedazos. Un@ no escribe historias que primen las protagonistas femeninas porque esté muy de moda, sino porque tenemos tres mil o cuatro mil años de narrativas en favor del patriarcado que contrarrestar.

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Otras voces, otros ámbitos: Inmigrante recolectora de algodón cerca de Buckeye, Maricopa County, Arizona. 1940. Foto: Dorothea Lange

La ola de denuncias de abusos sexuales en distintos entornos profesionales que desató el caso del productor de Hollywood Harvey Weinstein ha dado esperanzas a muchos de que algo está empezando a cambiar en nuestra cultura. Pero todo esto quedará en nada si los mismos hombres que dominan la industria del espectáculo siguen produciendo las mismas historias. Historias donde el protagonismo sigue recayendo en hombres. Donde apenas hay personajes femeninos relevantes, y cuando los hay carecen de intereses y motivaciones propios para actuar, sino que sirven exclusivamente para hacer avanzar la historia del héroe. Historias donde los personajes de color son anecdóticos. Historias donde los personajes femeninos apenas tienen líneas de diálogo en comparación con los hombres. Incluso cuando la protagonista es una mujer.

Si los niños y niñas de hoy crecen consumiendo las mismas historias de siempre, dentro de cuarenta años seguiremos hablando de Weinsteins y Trumps, de abusos sexuales y de carreras profesionales truncadas por éstos.

«Lo que este país necesita es un gran poema»

La frase de Hoover ha pasado a la historia como una de las grandes pifias en política, propia de alguien que había perdido todo contacto con la realidad. Sin embargo, no todo el mundo lo ve así. Gore Vidal rescató al viejo expresidente para una pequeña aparición en su novela La edad dorada, en la que hablaba con el protagonista y se reafirmaba en su opinión. Sí, para salir de la crisis el país habría necesitado un gran poema.

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HERBERT HOOVER. De él Bill Bryson ha dicho que es el único caso en la historia en que ser elegido Presidente de los Estados Unidos fue una mala decisión profesional.

En un sentido profundo, la frase de Hoover se podría interpretar como que la Gran Depresión era sistémica, que se había generado en el mismo modo de producción capitalista en el que se basaba el sueño americano, y que la única forma de resolver el problema era cambiando ese sueño. Y para ello, para lograr un cambio tan radical, habría sido necesario un gran poema que regenerara el mismo espíritu de la sociedad estadounidense.

No pudo ser. La Gran Depresión generó mucho arte, de gran calidad, pero nada parecido a lo que Hoover apuntaba. La sociedad no cambió lo suficiente. El sueño americano quedó como estaba. Y a falta de un gran poema que sacara al país de la crisis, alguien optó por una gran guerra.

 

No sé si hay sitio para grandes poemas en el mundo en que vivimos. Quizá no sean necesarios, después de todo. Quizá baste con muchos pequeños poemas. Ni siquiera tienen que ser poemas-poemas (aunque no hay que hacerles ascos). Pueden ser dibujos, fotos, vídeos tomados con un móvil. Novelas. Fan fiction. Memes. Películas de superhéroes (mejor aún, de superheroínas). Películas sin superhéroes. Canciones. Musicales. Gifs de gatitos.

Pueden ser cosas que soy ya demasiado viejo para imaginar, pero sean lo que sean, deben hacer lo mismo que han hecho las historias siempre. Contarnos cómo trabajar junt@s. Cómo evitar peligros. Cómo vivir.  Cómo (y cuándo) morir.

Y de qué reírnos, claro.

 

 


Notas:

1: Las fotos de Dorothea Lange fueron tomadas cuando trabajaba en un proyecto del gobierno, y pertenecen al dominio público según la Wikipedia. La foto en la cabecera de la entrada es una de la serie de seis fotos que Lange tomó de Florence Thompson y sus hijos en el campo de trabajadores inmigrantes donde ella y su marido acababan de vender su tienda para comprar comida.

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«Hacia Los Angeles, California, marzo de 1937». Foto: Dorothea Lange

De entre todas las fotos Lange eligió una por su impacto emocional y su cualidad estética, que se ha convertido en un símbolo de la Gran Depresión. La foto contribuyó a sensibilizar a la sociedad del problema de los trabajadores agrícolas sin recursos, pero no ayudó en nada a la situación personal de la modelo ni de sus hijos.

 

2: El Voodoo Macbeth fue uno del puñado de montajes teatrales de vanguardia que hicieron de Orson Welles una estrella en el mundo del espectáculo y le condujo posteriormente a Hollywood. La producción corrió a cargo de la rama teatral de la Works Progress Administration, una agencia estatal que financiaba proyectos públicos para crear empleo, en un momento en que la inversión privada estaba bajo mínimos.

El espectáculo dio trabajo a algunos de los mejores actores negros de Nueva York, que sufrían las consecuencias de la crisis en mayor medida que sus equivalentes blancos. Fue reconocida como un hito cultural para la comunidad negra, a pesar de que los puestos de dirección y gerencia del proyecto estaban ocupados por blancos.

La foto en Wikipedia se acredita como perteneciente al Federal Theatre Project, y por tanto en el dominio público, sin que conste el nómbre del fotógrafo o fotógrafa.

3. La foto de Herbert Hoover proviene de la gran colección de fotografías Harris & Ewing, actualmente en el dominio público. No consta el autor concreto de la foto, ni la fecha en que se tomó.

4 comentarios sobre “Un gran poema

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