Elegidos para la gloria

DSC04307Esta entrada contiene algún espoiler de la última de Star Wars.

La ira de los fans se desencadenó cuando acabó la película y no había salido nada que refutara la revelación de Kylo Ren: Rey no era hija de Luke, ni de Ben, ni de Leia, ni de Yoda(?). Por no ser, no era ni hija de Wedge Antilles, el piloto suertudo que sobrevivió a dos Estrellas de la Muerte para acabar regentando un pub en Pennan. Rey no era hija de nadie especial. No había sido escondida siendo un bebé para salvarla de una matanza de inocentes. No había sido protegida y vigilada a la espera de que cumpliera un destino predicho desde su nacimiento. Ninguna profecía anunció su llegada. Nadie la había elegido para nada en concreto.

Rey solo pasaba por allí. Como todos nosotros.

Sin compartirla, uno entiende la reacción de esos fans: la ira por dos años especulando en foros sobre las distintas pistas que aparecían en El despertar de la Fuerza sobre el origen de la joven, que finalmente han resultado ser absolutamente infructuosos. Y el desconcierto porque en su opinión todo apuntaba a una revelación de parentesco familiar como hasta ahora nos tenía acostumbrada la saga. Y aquí está el problema: nos han acostumbrado… no, peor todavía, nos han adoctrinado para esperar ese tipo de historias. Y la culpa de todo es de George Lucas. O de San Pablo, si queremos remontarnos un poco más atrás.

Hace mucho tiempo, en una etc…

Como todo el mundo al que interese el tema sabe a estas alturas, George Lucas citó al mitólogo Joseph Campbell y sus libros sobre lo que éste llamó el monomito como la principal influencia ideológica de La Guerra de las Galaxias. Hasta ese momento Campbell era un académico relativamente desconocido para el público en general, y a posteriori uno siente que la conexión era relativamente vaga. Lucas no había hablado nunca con él, ni había asistido a ninguna conferencia. Sí había leído sus libros, y probablemente tenía el concepto del héroe y su viaje iniciático más o menos presente cuando escribió el guion de la primera película.

En retrospectiva todo parece grabado en piedra, pero en aquel entonces hacer Star Wars fue una decisión más bien desconcertante para George Lucas. Éste había destacado en sus años como estudiante de cine por su inclinación hacia la tecnología y lo experimental, como una especie de Chris Cunningham de la era hippy. Su primer largo era un plagio   homenaje al 1984 de George Orwell, con ambientación new age, bólidos futuristas y final feliz, que nadie fue a ver en su momento. Después vino American Graffiti, un bombazo comercial que tal vez hizo ver al joven Lucas que ser un poquito comercial tampoco era tan terrible.

Aun así, en sus entrevistas seguía asegurando que lo que realmente quería era hacer cine experimental, que explorase los límites narrativos, etc. Todavía era posible imaginarle siguiendo el esquema de «una para ellos, el sistema, y otra para mí». Por esta lógica, a Star Wars le tocaba ser «para él». Y hasta cierto punto fue así: en su contrato Lucas negoció que a cambio de cobrar mucho menos, él se quedaría con los derechos del merchandising y de las secuelas, y la Fox aceptó, pensando que el chaval estaba haciendo el primo, porque todo el mundo sabía que ni los juguetes ni las secuelas daban dinero. Bueno, Lucas ha sido muchas cosas, pero no un ‘primo’. Lo más probable es que tuviera la intuición de que estaba haciendo algo que podía ser muy, muy, muy comercial.

Y quizá le dio un poco de vergüencilla, haber concebido algo tan poco experimental, que en cuanto pudo recurrió a un justificante intelectual que emparentaba a Star Wars con el Parsifal, los mitos griegos y la alta cultura.

Sea como fuere, el fenómeno cultural, social y económico de la saga lo cambió todo, tanto para Lucas como para Campbell. De la noche a la mañana éste se convirtió en una celebridad, cortejado por los medios y traducido a todos los idiomas. Si algo que había dado tanto dinero estaba basado en sus teorías, ¡éstas no podían ser malas! Por su parte, Lucas llevó su declaración de influencia a sus últimas consecuencias y aplicó el esquema del héroe del monomito en todas las películas posteriores de las galaxias y… en fin, en todo cuanto hizo en los siguientes veinte años, precuelas incluidas.

viaje del héroe para en los bosques
El esquema del viaje del héroe, popularizado en cientos de artículos sobre escritura de guiones.

Y entonces un ejecutivo de Hollywood llamado Christopher Vogler se tomó la molestia de resumir en un documento de uso interno las ideas de Campbell para que lo leyeran sus colegas y aplicaran el conocimiento secreto en producir taquillazos. Y mira tú por donde, siguieron el esquema para hacer El Rey León, y la cosa funcionó. ¡Funcionaba! Por primera vez desde que Hollywood era Hollywood había un mecanismo para analizar una historia con un rigor cuasi científico. ¡Danos más, Christopher Vogler! ¡Más conocimiento sobre lo que tienen en común todas las historias que dan dinerito!

Y Vogler dijo ‘Claro que sí.’ Y alargó su documento hasta convertirlo en un manual de escritura titulado El viaje del héroe, que en adelante todos los aspirantes a narradores cinematográficos incluido éste que escribe leyeron con pasmo religioso y trataron de aplicar a sus respectivas historias, porque la conclusión más sorprendente de Vogler es que ‘el viaje del héroe’ se podía aplicar a cualquier historia y cualquier género que pudieras imaginar. ¡Cualquiera! ¡Sí, también ésa que estás pensando!

Según Campbell/Vogler, los griegos no inventaron el viaje del héroe. Ya estaba con nosotros desde las cavernas. Lo que sí inventaron los griegos fue un concepto que en el idioma original suena a algo como Hubris o Hibris.

Canta, oh musa la cólera de Skywalker…

El viaje del héroe, resumiendo mucho, habla de un individuo que se embarca en un viaje lleno de peligros para obtener un fin que ayudará a la tribu a sobrevivir. En su camino deberá pasar pruebas y recibirá la ayuda de algunas figuras más o menos benignas, y se enfrentará a figuras más o menos malignas. Finalmente habrá de afrontar un último reto, en el que sufrirá una muerte real o simbólica, de la que resucitará y, convertido en un ser nuevo, regresará a la tribu con sabiduría y/o regalos.

Amén.

Chaos_Monster_and_Sun_God
«¡No me mates, que soy bueno! ¿No has leído Harry Potter?» «Para leer a Harry Potter estoy, tronco… con el lío que tengo en este viaje del héroe.»

Es fácil comprender el atractivo del esquema. Para empezar, nos recuerda a todas las historias que aprendimos cuando éramos pequeños. A los cuentos de hadas, sin duda, pero también los mitos griegos, y las epopeyas homéricas, y las sagas medievales, vikingas, artúricas, árabes, góticas, y por supuesto a las religiones monoteístas que todavía hoy estructuran las mentes de buena parte de la humanidad.

La familiaridad del viaje del héroe es semejante a la que tenemos con nuestro rostro, que como patrón nos permite reconocerlo en todas partes, en las sombras entre las rocas, en los troncos de los árboles, en los pliegues de las nubes… Ciertamente como estructura para construir una historia es mucho más orgánico que los tres, cuatro, cinco actos más detonantes y puntos de giro dependientes de minutaje de otros gurús de la escritura. Si viertes tu escritura en los pequeños moldes que ofrece el viaje del héroe, lo que saques del horno se parecerá bastante a una historia.Incluso a una buena historia.

Ahora bien, ¿es la historia que querías contar en primer lugar?

La fisiología de las historias

El método habitual de los manuales de escritura para promocionar su propio esquema de trabajo es aplicarlo a una serie de películas de éxito familiares a todos, y comprobar que, en efecto, encaja.  Y ése es a mi juicio el problema: no tanto que no encaje, sino que encaje demasiado bien, hasta el punto de que deja de ser útil.

Voy a intentar dar un ejemplo. En el adn de las historias, en la trinidad que recitamos de carrerilla de planteamiento, nudo y desenlace,  está su conexión con los ciclos naturales que descubrimos en todas las cosas: en el nacimiento, madurez y muerte de los seres vivos. En los cambios de luz y temperatura entre el día y la noche. En las estaciones del año. En los tres estados físicos del agua. Incluso en el origen y supuesto fin del universo, explicado por los astrofísicos. De nuevo lo vemos en cómo organizan los seres humanos sus tareas. En la fase de proyecto, en el desarrollo y en la culminación. O en los estudios, que pasan por un aprendizaje, un oficio y una maestría.

La regla del tres la acabamos aplicando absolutamente a todo. Incluso a nuestro cuerpo, que habitualmente dividimos en cabeza, tronco y extremidades. Ahora bien, si nos ponemos puntillosos, las extremidades se dividen en dos grupos, superiores e inferiores, con funciones totalmente diferenciadas. Y de nuevo, ver el tronco como un todo no es tan útil, porque hay una diferencia considerable entre el tórax y la pelvis. Y entre medias está el abdomen, que aunque conectado con los otros dos cumple una función distinta. Y además está el aparato reproductor, que tiene bien poco que ver con el aparato excretor.

De nuevo, todo esto se puede resumir en los tres grupos iniciales, cabeza, tronco y extremidades, pero ¿hasta qué punto es útil para describir cómo funciona realmente un cuerpo? Y más allá de eso, ¿qué nos dice la morfología del cuerpo humano de cada individuo?

A donde quiero ir a parar es que a menudo tengo la impresión de que un impulso taylorista de dar con una historia eficaz en el menor tiempo posible nos lleva, poco a poco, a una masa de películas donde cada vez es más sencillo adivinar qué va a suceder a continuación, y cuándo, porque se ha primado la estructura cabeza-tronco-extremidades en detrimento de los detalles.

Time of the Gypsies para en los bosques
Mucho ha ido el cántaro de Emir Kusturica a la misma fuente, pero El tiempo de los gitanos sigue siendo una experiencia única en su especie.

Y el alma está en los detalles: El viaje del héroe se vislumbra en Star Wars y en El tiempo de los gitanos de Kusturica, pero cada vez hay más Star Wars -ya van ocho, nueve si contamos Rogue One, y este año tendremos a Han Solo-, y cada vez menos tiempos de los gitanos. Los blockbusters van empujando a todas las filmografías locales fuera de las pantallas, a la oscuridad de los rellenos en los servicios de streaming, esas pelis raras que algun@s valientes descubren entre atracón y atracón de cualquiera que sea la serie de moda esta temporada.

El propio Hollywood admite el problema: no hay semana en la que no salga algún artículo en los medios estadounidenses del ramo criticando la brutal sequía de ideas de los estudios, la desaparición de las películas medianas, la tiranía de las secuelas o los proyectos basados en propiedades intelectuales preexistentes. La sensación de fin de trayecto, de estar rascando el fondo del barril porque no hay más historias que contar se va extendiendo como el pánico se contagia en una muchedumbre.

Y mientras, ¿qué siguen predicando los gurús de la escritura desde sus rincones? ‘Sigamos el viaje del héroe, muchach@s. Es una fórmula probada’.

Los cuentos para la hora de despertar

El viaje del héroe es un destilado de una narrativa que hemos heredado con cambios mínimos quizá desde la época de los primeros cazadores recolectores. La reconocemos, nos sentimos cómodos con ella, igual que l@s niñ@s se siente cómod@s escuchando una y otra vez el mismo cuento a a la hora de acostarse. Pero tarde o temprano, los niños crecen, y se ven expuestos a otras historias, más complejas, menos reconfortantes…

El monomito, si tal cosa existió realmente, trae pegados los valores de varios miles de años de patriarcado, de organizaciones aristocráticas en las que un individuo magnífico era responsable del bien de la comunidad. Y este individuo ya estaba marcado desde su nacimiento con ese destino extraordinario. Él (casi siempre era él) era el elegido para resolver la crisis que afectaba al grupo. Podía recibir un poco de ayuda, pero el mérito de la victoria siempre era suyo. Y la crisis se resuelve con violencia, con astucia también, a veces, pero casi siempre hay violencia, real o simbólica, y en ese mundo tan cruel post neolítico nadie le da muchas vueltas a eso.

La reacción agresiva de los fans de Star Wars al descubrir que Rey no era una ‘elegida’ revela esa interiorización de los valores aristocráticos que nos han inculcado las mil y una variables del viaje del héroe. ‘Ya era difícil tragar que el héroe fuera una mujer’, parecen murmurar entre dientes, ‘¡encima es un don nadie!’ ¡El último insulto!

Ahora que el poder blando de los Estados Unidos comienza a ceder terreno debido a la crisis autoinducida de la superpotencia, quizá es el momento de poner en cuestión las asunciones de su narrativa, impregnada como está del excepcionalismo y del individualismo competitivo que impuso el llamado sueño americano, y tratar de sustituirlo por… otras historias, que primen la cooperación y la comunidad, el igualitarismo, la solidaridad, el respeto a la diferencia, y por supuesto la crítica.

Si en algo voy a insistir en las entradas de este blog es la necesidad de repensar las historias que queremos contar para poder repensar el mundo en que queremos vivir. Para que la tribu se salve, tal vez el héroe deba por fin dejar de viajar.

NOTAS:

1- Las imágenes en color de esta entrada las he tomado yo en mi salón, con fines ilustrativos. Los derechos de los cromos de Star Wars pertenecen a Disney, por supuesto, y los de las carátulas de dvd que aparecen en la otra foto a l@s creadores/as de las respectivas películas.

 

2- La reacción contra la nueva de Star Wars ha llegado a sus últimas consecuencias cuando un grupo de activistas por los derechos de los machos han colgado en la red un remontaje de la película en el que han eliminado todos los personajes femeninos. Sería gracioso, si no fuera triste. Y siniestro.

 

 

 

 

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