Antaño había un tipo de cinéfilos que coleccionaba datos, fechas y nombres en su cerebro sobre sus películas favoritas, que procedían a sacar a colación cuando fuese necesario, normalmente en una discusión con algún otro cinéfilo.
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La caída nos matará
La primera vez que vi a William Goldman, me cayó gordo.
No lo vi en persona, claro, sino en una foto que aparecía en un libro de entrevistas con grandes guionistas del cine mundial. En el capítulo dedicado al guionista de Dos hombres y un destino, Marathon Man y tantos otros clásicos de los sesenta y setenta, aparecía una foto de él, con jersey de cuello alto, pelo canoso patricio y pose de escritor con el mentón apoyado en un puño.
Y una mirada a cámara de pura mala hostia. Pensé: ‘ostras, qué tío más borde. Qué creído se lo debe de tener’.
Oh, qué equivocado estaba.
Paradigma en Madrid
A mitad de enero ya, y aún no he escrito nada aquí en lo que va de año. Los guionistas siempre estamos buscando excusas absurdas para no escribir, y la más absurda de todas es estar demasiado ocupado para escribir porque tienes mucho trabajo. Escribiendo.
Rocky Sharpe
Vaciando una estantería la otra noche, descubrí con sorpresa que soy más fan de Rocky Sharpe and the Replays de lo que creía.
Entre mis singles de 45 rpm encontré nada menos que cuatro discos de la banda, más un recopilatorio de grandes éxitos con texto interior de Joaquín Luqui. ¡Anunciado en TV! No tengo ni idea de cuándo ni dónde compré estos discos, la verdad.
Carol Kaye
Hasta el sábado pasado, yo no tenía ni idea de quién era Carol Kaye. Y sin embargo, llevo toda la vida escuchando sus líneas de bajo. Mi primera reacción es pensar «Qué extraño».
Mi segunda reacción es sentirme bobo: si es posible borrar de los grandes premios de la ciencia o la arquitectura al 50% de las responsables de esos logros, ¿cuánto les costaría a las historias del pop el ignorar a la mejor bajista de la historia del pop?

La profeta en su casa
«Yo podría haber sido sacerdote en lugar de profeta», dice Jeanette, la narradora de Oranges Are Not the Only Fruit, escrito por Jeanette Winterson. Como los profetas de la antigüedad, Jeanette es repudiada por su comunidad, acusada por su propia madre de estar poseída por demonios, y obligada a huir de su hogar prácticamente con lo puesto.
Para su primera novela, Jeanette Winterson siguió el manido consejo de los talleres de escritura: escribe sobre aquello que conoces.
Desordenada habitación
De las personas autodidactas se decía a menudo que delataban sus carencias por haber adquirido su cultura a través de «lecturas desordenadas».
La muerte no es el final

Edmund Kean (1787-1833) fue el actor shakespeariano más famoso de la primera mitad del siglo XIX en Inglaterra. A pesar de su corta estatura se ganó interpretar los principales papeles del repertorio trágico: Ricardo III, Hamlet, Otelo, Macbeth, el rey Lear… De su interpretación llegó a decir el poeta Samuel Coleridge que era «como leer a Shakespeare a la luz de relámpagos en una tormenta.»
Que a pesar de todo su éxito Kean tenía una espinita clavada lo demuestran las últimas palabras que se le atribuyen en su lecho de muerte: «Morir es fácil. Lo difícil es hacer comedia.»1
Bien, Kean (supuestamente) lo dejó claro: en la vida real, morir es fácil. Muchísima gente lo hace cada día sin esfuerzo, casi sin darse cuenta, si por ejemplo cruzas sin mirar y te lleva por delante un autobús.
¿Y en la ficción? ¿Es igual de fácil morirse?
El eterno femenino

Siempre me han llamado la atención los escritores que se especializan en historias de hombres. No es ya que fracasen a la hora de crear personajes femeninos creíbles, es que alardean de no intentarlo siquiera. Sus narraciones dibujan un mundo en el que las mujeres no hacen ni dicen nada que no esté subordinado a las peripecias de los protagonistas masculinos.
Son como actrices de teatro antiguo que esperan entre bambalinas que les toque salir y recitar sus cuatro líneas de diálogo previamente memorizadas. Y que no se les ocurra improvisar una sola palabra o acción, mon dieu.
Soy tu mayor ídolo
INT. RESTAURANTE — NOCHE
Una JOVEN PAREJA disfruta de una buena comida en un restaurante caro en Nueva York, en 2009.
TAMSIN
¡Este sitio es una pasada!
PHIL
¿Verdad? Todo el mundo dice que éste es el sitio que lo peta este año.
TAMSIN
¿Estás seguro de que podemos permitirnos esto?
PHIL
No te preocupes. Ésta noche es especial.
Alguien carraspea. Phil se gira y se encuentra a DAVID BOWIE, agachado junto a su mesa, sonriendo.